Un automóvil del siglo XIV
La Edad Media, siglos oscuros y peligrosos, donde el conocimiento se hallaba proscrito y sometido al radicalismo religioso… ¿o no? Pues no todo era negro en la Europa medieval porque, aunque casi olvidados en las brumas del tiempo, aparecieron personajes con ideas avanzadas. Entre ellos Ramón Llull, Alberto Magno o un “ingeniero de armas” llamado Guido da Vigevano que, en 1335, diseñó un automóvil impulsado por el viento.
Antes que él, el monje franciscano Roger Bacón ya había hablado de posibles aparatos que podían desplazarse por la tierra. El sueño de un vehículo de propulsión propia se remonta muy atrás en la historia. En el siglo XIII, Bacon escribió:
«Llegaremos a poder construir máquinas con las cuales podremos impulsar grandes barcos con mayor velocidad que toda una guarnición de remeros, y con las cuales sólo se necesitará un piloto que gobierne el barco; impulsaremos carruajes con velocidades increíbles, sin la ayuda de ningún animal y construiremos máquinas que, por medio de alas, nos permitirán volar en el aire, como los pájaros”.
Trescientos años mas tarde, Leonardo da Vinci revivió la idea específicamente para un vehículo militar, análogo al tanque moderno.
Entre medias de esos dos hombres surge Guido da Vigevano al que también se le daba “de miedo” inventar nuevas armas. El rey Felipe VI de Francia, pocos años antes de la Guerra de los Cien Años, decidió ir de “excursión” bélica, de nuevo, a Tierra Santa. En esta tarea le ayudó el inefable Guido que a nada temía y todo le parecía posible. Redactó una especie de manual de guerra para el soberano, explicando cómo sobrevivir en combate y, sobre todo, describiendo toda clase de máquinas utilizables por los soldados, además de recomendaciones médicas.
En ese “manual”, el ingeniero y médico medieval se dejó llevar por su imaginación y, puestos a guerrear, ofreció a los ejércitos bocetos para construir carros de combate propulsados por fuerza bruta, puentes móviles y… automóviles o vehículos propulsados por la única fuente de energía que más abundaba y más barata era: el viento, a falta de un buen motor de gasolina de cuatro tiempos. Se desconoce si se intentó construir el “coche” con aspecto de molino de viento, pero al menos los planos originales han llegado hasta nuestros tiempos.