La verdadera historia de Blancanieves y los siete enanitos
Muchos de los llamados «cuentos de hadas», en los que en ocasiones no hay ni una sola hada, en realidad son relatos arquetípicos del devenir del ser humano en este mundo. Es verdad que en muchos de ellos aparecen enanos y gnomos, no tanto como protagonistas sino como personajes claves en el desarrollo de la historia y, cuando lo hacen, no suele ser de manera desinteresada. Ayudan a hilar o a transformar la paja en oro, pero piden a cambio collares, anillos o incluso el primer hijo de la mujer a la que prestan ayuda (como ocurre en el cuento de los hermanos Grimm: Rumplestiltskin). En Blancanieves, aunque los siete enanitos quedan profundamente impresionados por su belleza y sus desgracias, dejan bien sentado que el precio que la niña deberá pagar por permanecer con ellos será su trabajo en la casa, que no es poco pues estos enanitos son un poco haraganes.
Para el psiquiatra austriaco Bruno Bettelheim, los enanitos que aparecen en los cuentos han fracasado en el proceso de desarrollo hacia la condición humana más madura y permanecen fijados en un nivel preedípico. Incluso ve en ellos connotaciones fálicas debido a «sus cuerpos abortados y su trabajo en las minas -ya que penetran hábilmente en oscuros agujeros-«.
Muchos psicólogos han querido pasar de puntillas sobre el hecho de que siete hombrecitos, vigorosos, rijosos y adultos, convivieran durante tanto tiempo en compañía de la bella Blancanieves. O de la estupidez congénita de ésta a la hora de caer en la trampa de la malvada madrastra hasta tres veces seguidas.
Los hermanos Grimm, célebres recolectores de tradiciones y leyendas alemanas allá por mediados del siglo XIX, recogieron este cuento de antiguos relatos orales que se pierden en el tiempo, siendo su versión la que más popularidad adquirió. Y eso que tiene una serie de elementos truculentos muy poco adecuados para los oídos de tiernos infantes, como ocurre con otros cuentos, algo que no parecía importar a nadie hasta ahora.
Todo empieza cuando la madrastra de Blancanieves acude al método del espejo para que le diga quien es la más hermosa de la región y el espejo le contesta que su hijastra. Entonces manda a un cazador que la lleve al bosque y la de muerte, trayéndola sus pulmones y el hígado como prueba… El cazador, en el último momento, se compadece y la deja libre. En su lugar, mata a un jabalí y lleva a la reina dichas vísceras que la reina, poco ducha en anatomía humana, cocina con sal y se las come. Poco a poco van ocurriendo una serie de peripecias para intentar eliminar de la faz de la tierra a esta Blancanieves que rivaliza con su belleza hasta que con una manzana la deja catatónica y a los enanos sin su chacha doméstica, ahora que ya se habían acostumbrado a ella. Y así permanece durante un tiempo, el suficiente hasta que el príncipe de turno pase por allí, le da un beso, la reavive y se casen. La madrastra no se va de rositas y recibe su justo castigo solo a la altura de los torturadores chinos más refinados: la invitan a la boda para que se haga ilusiones, pero la tienen preparado unos zapatos de hierro sobre carbones encendidos que la obligan a calzar y «a bailar hasta que le llegara la muerte».
Este cuento fue traducido a numerosos idiomas y pronto surgieron toda clase de teorías literarias, folclóricas, interpretaciones esotéricas, simbólicas, psicológicas, alquímicas e históricas, pues algún que otro historiador ha intentado identificar a esta Blancanieves con la joven condesa alemana Margarethe Von Waldek o con Maria Sofía Margarita Catalina Von Erthal nacida el 15 de junio de 1729, hija del príncipe Philipp Cristoph Von Erthal.