El Cronovisor – 91 – Expedición Balmis

Expedición Balmis - El Cronovisor - Jesus Callejo

El Dr. Francisco Xavier de Balmis y Berenguer nació en Alicante en el año 1.753, falleciendo en 1.819. Se trata de un personaje universal del que la humanidad debe enorgullecerse por su vida dedicada a la medicina y por ser pionero en el estudio de las aplicaciones de la vacuna, en particular de la viruela, considerada una de las enfermedades que más muertes ha causado a los hombres.

La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna le convierte en el héroe de una gesta que es reconocida como un hito en la historia de la medicina, y por los pueblos hispanoamericanos como la acción mas importante realizada por España en la colonización de los pueblos descubiertos por Colón, difundiendo la vacuna frente a la viruela no sólo en América sino también en Filipinas, Goa, China y Santa Elena.

En el siglo XVIII la viruela era considerada una enfermedad con un importante componente social, ya que cursaba con elevadas cifras de morbi-mortalidad, tenía una importante repercusión laboral y al mismo tiempo creaba una extraordinaria alarma social. Como consecuencia de los estragos que la viruela producía en los territorios de ultramar de la Corona de España, el rey Carlos IV, que había perdido un hijo como consecuencia de la viruela, emitió un edicto en el que anunciaba la formación de una expedición con la misión de vacunar gratuitamente a la población, enseñar a preparar la vacuna en los dominios de ultramar y organizar juntas municipales para llevar a cabo un registro y mantener suero para vacunaciones futuras. Esta expedición fue dirigida por el Dr. Francisco Xavier Balmis, siendo vicedirector el Dr. José Salvany y partió del puerto de La Coruña el 30 de noviembre de 1803 en la corbeta María Pita. Este viaje constituye una de las empresas de salud pública más extraordinarias de toda la historia de la humanidad. La expedición llevaba a bordo 22 niños de la casa de Expósitos de La Coruña y la vacuna se mantenía por inoculaciones de brazo a brazo entre los niños. Asimismo Balmis llevaba miles de ejemplares de un tratado en el cuál se recogía cómo se debía vacunar y cómo había que conservar el suero. La expedición llegó a Puerto Rico, pasando después a Venezuela, desde donde se divide en dos grupos, uno dirigido por Salvany, que extiende la vacunación por Sudamérica, y otro dirigido por Balmis, que se dirige a Cuba, extendiendo la vacuna por Méjico y posteriormente Filipinas, Macao y Cantón, regresando a Madrid en junio de 1806 tras sufrir múltiples penalidades y muchas incomprensiones.

El Dr. Balmis era un hombre muy bien formado intelectualmente, de talante optimista y de espíritu en extremo activo. Afrontaba el peligro con valentía y su mira era siempre el bien de los demás. Por tanto su elección por el Rey Carlos IV como director de la expedición vacunal no fue a voleo ni consecuencia de la adulación o la influencia. Por el contrario, en su persona coincidían las mejores dotes de organización y mando, además de haber dedicado más de 50 años a la sanidad y haber estado en América en repetidas ocasiones. Se dice de él que era demasiado impulsivo cuando veía en las autoridades locales actitudes de indiferencia y relajo ante algo que para él era tan esencial como la propagación de la vacuna en los territorios hispanos de Ultramar, a los que consagró más de media vida.

En el año 2.003 se celebró en España el bicentenario de la expedición dirigida por Balmis, formándose una comisión nacional para difundir y celebrar este evento. La hazaña vivida por los componentes de esta expedición puede considerarse como la primera acción de cooperación sanitaria internacional llevada a cabo por nuestro país y fue el primer gran paso en la erradicación de la viruela en el mundo.

La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, conocida como Expedición Balmis en referencia al médico español Francisco Javier Balmis, fue una expedición de carácter filantrópico que dio la vuelta al mundo y duró desde 1803 hasta 1814. Su objetivo era en principio que la vacuna de la viruela alcanzase todos los rincones del Imperio español, ya que la alta mortandad del virus estaba ocasionando la muerte de miles de niños.

El rey Carlos IV apoyó y sufragó con fondos públicos al médico de la corte, el doctor Balmis, en su idea de una vacunación masiva de niños a lo largo del Imperio, ya que su propia hija, la infanta María Teresa, había sufrido la enfermedad.

La expedición salió del puerto de La Coruña un 30 de noviembre de 1803. Se considera la primera expedición sanitaria internacional de la historia.1

En 1796 durante el momento de mayor extensión del virus de la viruela en Europa, un médico rural de InglaterraEdward Jenner, observó que las ordeñadoras de vacas lecheras adquirían ocasionalmente una especie de «viruela de vaca» o «viruela vacuna» (cowpox) por el contacto continuado con estos animales, y que era una variante leve de la mortífera viruela «humana» contra la que quedaban así inmunizadas. Tomó suero de esta vacuna y consiguió inocular a James Philips, un niño de 8 años. El pequeño mostró síntomas de la infección de viruela vacuna, pero mucho más leve y no murió. El resto de los niños inoculados respondieron sorprendentemente bien.

Jenner publica finalmente sus trabajos en 1798 y ya en diciembre de 1800, la vacuna había llegado a España, concretamente a Puigcerdá, de la mano del doctor Francesc Piguillem y Verdacer.2​ Tanta celeridad, en un tiempo en que las noticias viajaban a caballo o en barco de vela da una imagen de la gravedad de los hechos. Rápidamente el método de Jenner se difundió por Europa, y Francisco Javier de Balmis traduce al español el libro del francés Moreau donde se detallaba el procedimiento para vacunar (las patentes farmacéuticas no existían por entonces).

Cinco años después de la publicación de este descubrimiento, en 1803, el rey de España Carlos IV, que había perdido a una de sus hijas por la viruela, María Teresa (1791-1794), aconsejado por su médico de corte Balmis, mandó organizar una expedición para extender la vacuna a todos los dominios de Ultramar (América y Filipinas). Además en 1805 se promulga una Real cédula mandando que en todos los hospitales se destinase una sala para conservar el fluido vacuno. El elegido para esta misión es el alicantino Balmis, que partió de La Coruña con los 22 niños que iban a llevar el fluido vacuno en sus brazos hasta América, y 2000 ejemplares del libro sobre la vacuna, para establecer juntas de vacunación en las ciudades visitadas que garantizaran la conservación del fluido y la vacunación a las generaciones futuras. Era la primera vez en la historia que se preparaba lo que ahora llamaríamos una misión humanitaria de medicina preventiva, y que dio el primer paso para la erradicación de la enfermedad en el futuro.3

Uno de los principales problemas que se presentaron a la hora de idear la expedición fue cómo conseguir que la vacuna resistiese todo el trayecto en perfecto estado. La solución se le ocurrió al mismo Balmis: llevar en el viaje a un número de niños, e ir pasando cada cierto tiempo la vacuna de uno a otro, mediante el contacto de las heridas.

La operación se comenzó con el flete del navío María Pita que llevaba a 22 niños huérfanos (entre 3 y 9 años) que habían sido inoculados con la vacuna aún viva en su cuerpo; Balmis, un prestigioso cirujano; 2 médicos asistentes, 2 prácticos, 3 enfermeras y la rectora del orfanato Casa de Expósitos de La Coruña,4​ Isabel Zendal Gómez. Se puede entender globalmente como «una caravana infantil con rumbo al Nuevo Mundo para transportar la vacuna y prevenir las epidemias de viruelas. Dando como resultado uno de los viajes más extraños que tiene como protagonista a la medicina y a la ciencia en el siglo XIX».5

El 30 de noviembre de 1803 zarpa el navío con 37 personas desde el puerto de La Coruña. Entre los 22 niños hay 6 venidos de la Casa de Desamparados de Madrid, otros 11 del Hospital de la Caridad de La Coruña y 5 de Santiago. La vacuna debía ser llevada por niños que no hubieran pasado la viruela y se transmitía de uno a otro cada 9 o 10 días. Niños entre los que se encontraba el hijo de Isabel, Benito Vélez, de nueve años, Andrés Naya (8 años), Antonio Veredia (7 años), Cándido (7 años), Clemente (6 años), Domingo Naya (6 años), Francisco Antonio (9 años), Francisco Florencio (5 años), Gerónimo María (7 años), Jacinto (6 años), José (3 años), Juan Antonio (5 años), Juan Francisco (9 años), José Jorge Nicolás de los Dolores (3 años), José Manuel María (6 años), Manuel María (3 años), Martín (3 años), Pascual Aniceto (3 años), Tomás Melitón (3 años), Vicente Ferrer (7 años), Vicente María Sale y Bellido (3 años) y un niño más que falleció durante el viaje.6

Las normas de la expedición indicaban claramente el cuidado que los niños debían recibir. Ninguno de ellos regresó a Galicia.

«…serán bien tratados, mantenidos y educados, hasta que tengan ocupación o destino con que vivir, conforme a su clase y devueltos a los pueblos de su naturaleza, los que se hubiesen sacado con esa condición«. Normas que regulaban cuestiones de la Real Expedición

Cada niño recibía un hatillo que contenía: dos pares de zapatos, seis camisas, un sombrero, tres pantalones con sus respectivas chaquetas de lienzo y otro pantalón más de paño para los días más fríos. Para el aseo personal: tres pañuelos para el cuello, otros tres para la nariz y un peine; y para comer: un vaso, un plato y un juego completo de cubiertos.7

La misión consiguió llevar la vacuna hasta las islas CanariasVenezuelaColombiaEcuadorPerúNueva España, las Filipinas y China.8​ El barco llevaba instrumental quirúrgico e instrumentos científicos, así como la traducción del Tratado práctico e histórico de la vacuna, de Louis-Jacques Moreau de la Sarthe, para ser distribuido por las comisiones de vacunación que se fundaran.

La expedición llega a Santa Cruz de Tenerife, donde pasan un mes vacunando y sale de Canarias el 6 de enero de 1804, llegando a Puerto Rico el 9 de febrero de 1804. No se necesitó vacunar a la población de Puerto Rico ya que la vacuna fue llevada a la isla desde la colonia danesa de Saint Thomas. El 26 de mayo de 1804 llegó al puerto de La Habana, quedando sorprendido al observar que la vacunación contra la viruela ya había ocurrido gracias a la actividad de Tomás Romay.

La expedición se dividió en La Guaira:

En el territorio del actual México, Balmis recogió 25 huérfanos para que mantuvieran la vacuna viva durante la travesía del océano Pacífico, a bordo del navío Magallanes. Partieron el 8 de febrero de 1805 del puerto de Acapulco rumbo a Manila, llegando a dicha ciudad el 15 de abril de 1805.

En las Filipinas la expedición recibió una importante ayuda de la Iglesia para organizar las vacunaciones de indígenas. El 14 de agosto de 1809 la expedición regresa a Acapulco, aunque Balmis descartó volver a tierras novohispanas con el grueso de la expedición y siguió avanzando hacia la China. Isabel permanece en Puebla con su hijo; ya no volverían a España.

China[editar]

Conociendo que la vacuna no había alcanzado China, Balmis solicitó y le fue concedido el permiso para marchar hacia Macao, partiendo de Manila el 3 de septiembre de 1805.

Balmis arribó finalmente y tras un accidentado viaje a la colonia portuguesa de Macao, el 5 de octubre de ese mismo año se adentró en territorio chino. Vacunó a la población de varias ciudades hasta llegar a la provincia de Cantón.9

Regreso a España[editar]

En su camino de vuelta a España, Balmis consiguió convencer a las autoridades británicas de la isla Santa Elena (1806) para que tomasen la vacuna.

El propio descubridor de la vacuna de la viruela Edward Jenner escribió sobre la expedición:

No puedo imaginar que en los anales de la Historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que este.10

Sobre el mismo hecho Alexander von Humboldt escribía en 1825: Este viaje permanecerá como el más memorable en los anales de la historia.10

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