Quisquillosos de la Biblia

Los que mantienen una posición ortodoxa de la Biblia, se han limitado a creer a pies juntillas cada párrafo que aparecía en los textos sagrados elevando a la categoría de dogma las conclusiones que extraían algunos teólogos católicos o protestantes. Esta cerrazón ha supuesto, en bastantes casos, caer en flagrantes y cómicas contradicciones con las tesis de la ciencia imperante.

James Ussher
James Ussher

          Tal vez uno de los ejemplos más significativos sea el de James Ussher, arzobispo anglicano de la diócesis de Armagh (Irlanda) quien escribió y publicó, en 1658, su libro Anales del Antiguo y Nuevo Testamento en el que, tras largos años de estudio, sudor y bocatas, llegó a una conclusión trascendental e inamovible: los años transcurridos desde la creación del mundo hasta el nacimiento de Cristo habían sido exactamente 4004. Ni uno más, ni uno menos. Y llegó a señalar incluso el mes, día y hora exacto de la creación de la Tierra por parte de Dios: a las 8 de la tarde del 22 de octubre de ese primer año.

          El clérigo irlandés no sospechó nunca que los primeros humanos modernos tenemos unos 200.000 años. Para él, nuestra raza era tan solo una semana más joven que el Universo. Más tarde, el doctor John Lightfoot, vicerrector de la Universidad de Cambridge, anglicano también, se apuntó al carro y daba la puntilla: la máquina del cosmos había empezado a funcionar exactamente a las 9 de la mañana del día 23 de octubre. Al menos coincidió en el año, y él y sus colegas de Cambridge celebraron por todo lo alto el aniversario de la creación del mundo el 23 de octubre de 1696 a las nueve en punto de la mañana con más bocatas.

          Hoy esta cifra ha sufrido una pequeña variación, ya que se ha calculado que la formación de la Tierra ocurrió, según una datación radiométrica, hace unos ¡4.600 millones de años!… Si lo hubiera sospechado Ussher o Lighftoot les da un síncope.

          Si la creación del mundo fue la comidilla de los creyentes tomando exclusivamente como base la Biblia, también lo fueron otras cuestiones menores a las que, no obstante, se las dedicaron voluminosos tratados. En 1752, un instruido caballero que era al mismo tiempo médico, abogado y filósofo, publicó un libro en Hamburgo titulado Examinando la cuestión de si nuestros primeros antepasados, Adán y Eva, tuvieron ombligo. El doctor Tobías Ephraim Reinhard, autor del mismo, en sus ratos libres había escrito también una serie de poemas educativos en latín dedicados a la cura de hemorragias tuberculosas, trastornos femeninos y otros temas similares altamente poéticos.

          Su disquisición sobre los ombligos comenzaba con una serie de razonamientos defendiendo el hecho de que Moisés «el historiador sagrado», habría sido incompleto o incorrecto en la descripción de la creación del hombre. Dijo que Moisés no tuvo necesidad alguna para hacer especial hincapié en los ombligos; al fin de cuentas, todo estaba incluido en esta simple frase: «Dios creó al hombre a su imagen y semejanza». Adán no fue engendrado, sino creado; él no nació, sino que se le modeló. Por tanto, si él no emergió de vientre alguno, no tuvo cordón umbilical y tampoco ombligo.

          ¿Y Eva? Ella fue hecha de una costilla de Adán, así que…tampoco pudo tener ombligo. El doctor Reinhard no se proponía únicamente convencer a los escépticos, sino también amenazarlos: «Y el que dude de ello, será declarado indigno miembro de la Iglesia y, por tanto, será secuaz del diablo».

          Si la amenaza del doctor Reinhard se hubiera cumplido, el infierno estaría lleno de artistas. Hacer la prueba. Fijaros si en cualquier cuadro o escultura de Adán y Eva están representados con o sin su «botón abdominal». Incluso Miguel Ángel cometió la herejía de colocárselo a Adán y a Dios, como se puede observar en el techo de la Capilla Sixtina.

Thomas Browne
Pseudoxia Epidemica, or Enquieres into Vulgar and Common Errors
Pseudoxia Epidemica, or Enquieres into Vulgar and Common Errors

          El doctor hamburgués tuvo un notable predecesor en Thomas Browne. En su Pseudoxia Epidemica, or Enquieres into Vulgar and Common Errors (Londres, 1646) llegó a la misma conclusión: nada de ombligo. Sir Thomas, sin embargo, se interesó más por otros problemas bíblicos de más peso. Por ejemplo, ¿conservó el Tentador su figura de serpiente mientras seducía a Eva, o adoptó una cabeza humana, como se ve en tantas pinturas? El doctor Browne se decidió por la cabeza de serpiente, basándose en tres importantes y sesudos motivos: 1.- porque Eva sólo había visto una cara humana, la de Adán. Si de pronto hubiese aparecido una nueva cara, hubiese huido asustada. 2.- estando todo el jardín del Edén lleno de animales, una ordinaria serpiente no debió asustarla mucho, y 3.- aunque los animales no pueden hablar un lenguaje humano, la ingenua Eva hacía tan poco tiempo que estaba en el mundo que podía aceptar tranquilamente que una serpiente hablase.

          Asimismo, el misterio del nacimiento fue muy importante. ¿Por qué, por ejemplo, dijo Dios a Eva: «Multiplicaré crecidamente los sufrimientos de tu gravidez; con sufrimiento parirás hijos»? ¿Era eso justo? Adán también había quebrantado el mandamiento de Dios en la misma medida, y él no compartía las angustias y los dolores de Eva. Algunos comentadores cínicos sugirieron que Dios no pudo hacer otra cosa. Si Adán hubiera tenido que padecer los mismos dolores que Eva, la humanidad hubiera desaparecido muy pronto y yo no estaría escribiendo este artículo.

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